Jana Úbeda se licenció en Bellas Artes y, después de dar clases de pintura, se especializó en la cestería. Hace todo tipo de piezas con mimbre y anea. Para asegurarse su calidad, la recoge ella misma de los ríos
31 marzo 2021
Tiene solo 37 años, pero ya es toda la experta en el mundo de la cestería. Lo es porque desde muy pequeña tenía claro que su futuro tenía que ir ligado a la artesanía. Cursó el Bachillerato de Bellas Artes en Valladolid y luego completó sus estudios en Salamanca y Bilbao. «Desde antes del instituto lo tenía muy claro», comenta. Reside en Valladolid, pero su taller y gran parte de su vida ha estado y está en Tudela de Duero. Al acabar la carrera estuvo durante años impartiendo clases de dibujo y pintura y llevando a cabo diversas exposiciones de pintura y escultura. «Las cestas siempre me habían llamado mucho la atención, pero la verdad era que en aquella época no sabía cómo se hacían». ?
Tuvo la oportunidad de hacer un curso que le abrió el camino a lo que es hoy en día. «Me encantó y a partir de ahí comencé a formarme, a leer y a hacer más cursos». Se dedica a la cestería desde hace unos cuatro años de forma exclusiva, pero siempre ha estado presente.
Después de todos estos años, se ha convertido en la única artesana de la provincia que se dedica a este oficio. «Es un trabajo que siempre ha hecho gente mayor y cuando se han ido retirando ya no queda nada. Conozco en España a unas cinco personas que se dedican a ello, pero no más».
No se trata ni mucho menos de un trabajo mecánico, ya que cada una de las piezas supone un nuevo reto. «Si tienes que hacer un diseño nuevo puedes tardar más». No solo se ciñe a las cestas, sino que hace prácticamente todo tipo de objetos. «Fruteros, bandejas, manteles, complementos, pasadores para el pelo, mochilas…, hago un poco de todo», reconoce. Utiliza técnicas artesanales y antiguas, pero también intenta darles su propia impronta con un diseño personal. «Intento compaginar las dos cosas». Eso sí, elabora sus propios diseños. Utiliza dos materiales de forma primordial. La anea y el mimbre. El primero de los dos tiene una trazabilidad perfectamente controlada, ya que se encarga ella misma de ir a las orillas de cualquier río para recogerla. «Es complicado, pero si puedo lo hago yo todo». Tiene que procesarla, almacenarla para que se seque y luego volver a tratarla y mojarla para diseñar cualquier objeto.
Han sido muchas horas de esfuerzo y estudio debido a que las técnicas en España se han ido perdiendo. «En Europa, especialmente en Francia existen muchos más libros sobre cestería y me ha servido para investigar y aprender alguna técnica para continuar mejorando el nivel de sus piezas.
Empresa de bolsos. Jana es una convencida del potencial de las redes sociales y de la venta online. Considera que el sector artesanal no debe trasformarse hacia una promoción más fuerte de sus productos en internet porque ya lo ha hecho. Entiende que ahora la mayoría del trabajo se ha volcado ya hacia la venta online. «Yo trabajo para una empresa que se encarga de hacer bolsos con fibras naturales», pero no se pierde ninguna posibilidad. Hace muchas piezas por encargo. «Incluso he llegado a hacer vestuario para una obra de teatro».
«Me llaman para un encargo, me explican la idea que quieren y yo se lo diseño. Les aporto ideas o les digo que con el material es o no posible». Pero todo lo hace por internet, ya que nunca ha participado en ferias ni certámenes al considerar que la cestería está menos valorada.
Se muestra segura de que debe continuar por este camino para enseñar y comercializar el producto. Es un dogma que también enseña a sus alumnos de cestería del Centro Regional de Artesanía. «Ahora tenemos más demanda que antes desde el confinamiento y ha venido gente nueva que ha comprado material para hacer cosas nuevas».
La pandemia no le ha afectado en gran medida desde el pasado mes de marzo, aunque sí indica que le han llegado menos encargos que otros años. La mayor parte de los pedidos llegan desde España, aunque ya ha sido capaz de vender una pieza a los Países Bajos y también ha mandado unos bolsos, a través de la empresa para la que trabaja, a Tokio.
Espera que durante los próximos años los artesanos pueden vivir un momento dulce en relación a sus ventas debido a que la sociedad se está encaminando hacia la adquisición de productos más exclusivos y más artesanales.
«Si la gente se sube un poco al tema de las redes sociales y la venta directa creo que podemos tener un gran futuro por delante. Yo vendiendo mis productos y dando clases estoy muy bien y espero hacerlo muchos años más», concluye.